Acerca del libro



Implosión
Por Claudio Lo Menzo (*)


Siempre da gusto encontrarse con un libro de poesía. Y a Secuencia del caos lo encontramos en Mendoza, junto a las novelas policiales de los improvisados puestos callejeros, y lo sumamos al viaje. Este poeta, lector de E. M. Cioran, me diría con palabras del filósofo: «imposible acceder a la verdad a través de opiniones, pues toda opinión no es más que un punto de vista loco sobre la realidad».


Y a caballo de esa locura va entonces la opinión de este pasajero lector.


Estos poemas parecen estar escritos bajo la sombra de un concepto. De inicio a fin la idea de «caos» se instala en cada poema, no como el resultado de un camino recorrido, sino como la certeza de un camino a recorrer. A tal punto que uno duda si la necesidad que el autor tiene de escribir sobre la época haya sido condicionada desde esta perspectiva, y en tal sentido haya tomado posición por determinada claridad, o si acaso aún no haya reparado en la presencia de otros alumbramientos.


¿No recuerda acaso Toledo los versos que escribió en Hotel Alejamiento (Editorial Diógenes, 1998)?: «Sucede que a veces / Soy yo el que se pone / A girar arrastrando / Al mundo» (Venganza).


Toledo se entrega firmemente al silencio (¡eh!: no como Rimbaud, no, sino como posibilidad de decir) no sin antes poner en tensión determinados presupuestos de orden y desorden en los que antes había confiado.


Por ejemplo en Cuarteto para cuerdo, que junto a Nocturno interior son los poemas más representativos del libro, dice que algo así como la realidad es «Un sistema de signos sin sentido». Recuerdo que fue Castoriadis quien dijo que el poeta es, además de tanto y de tan poco, un noematopoiós, es decir, creador de sentidos y significaciones. Con lo cual le queda al poeta la tarea, la siempre maravillosa e infinita tarea de que en su hacer/decir, la vida, el mundo, la historia, cambie de rumbo, siempre. Y es en esto en lo que no creyó, ni cree –al menos hasta este libro– el poeta. Quizás producto de sí haber confiado en aquella otra secuencia, en ese territorio de inciertas certezas, de enceguecidas claridades, que esta generación de poetas posmodernistas alimentó allá por la década del 90.


Dice el poeta en los agradecimientos: «El revoltijo estructural de estos poemas debería estar asentado en esa ley (el caos sumado al caos no puede resultar en un orden)». La Secuencia del caos, en definitiva, termina  –ironía o reflexión mediante: vos dirás, lector– siendo finalmente la búsqueda de una respuesta. Así lo expresa en el último poema, Lírica: «Un poema una misma cicatriz / Que penda del abismo y esta voz / Buscando como quien busca una daga / La respuesta de un silencio más vivo».


Este libro fue Primer Premio del Certamen Vendimia 2006.

(*) Publicado en la revista La Guacha, setiembre de 2012

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